Este Claustro invertido es un edificio que propone una educación mezclada con el entorno

La arquitectura de este preescolar, en Medellín, conserva la necesidad de cuidar a sus pequeños habitantes, a la vez que abre las fachadas y siembra un jardín en la cubierta para disfrutar del sol.

El claustro es una de las formas arquitectónicas más recurrentes en colegios y escuelas. Utilizado también en conventos y prisiones, este tipo de edificio consiste en un patio central a cielo abierto, rodeado de galerías con aulas, habitaciones o celdas.

Su configuración, a manera de anillo, produce una espacialidad introspectiva y volcada hacia adentro, donde los habitantes están separados del entorno. Al mismo tiempo, el centro ofrece un ambiente exterior para el encuentro. 

Tradicionalmente, el uso del claustro en la arquitectura escolar responde a la idea de que un estudiante es una especie de prisionero, cuyo cuerpo debe ser retenido durante las horas de clase, concepto que hoy ha sido ampliamente rebatido.

Cada vez más, las entidades educativas construyen edificios abiertos, vinculados con su contexto urbano y entretejidos con espacios públicos. Esto hace que el mundo académico se abra a las ciudades y se vuelva visible.

La nueva sede para el preescolar del Colegio San José de Las Vegas, en Medellín, diseñada por la firma Javier Vera Arquitectos, fundada por el arquitecto antioqueño Javier Vera, hace eco de esta manera de concebir los edificios institucionales destinados a la educación.

El proyecto, parte de un plan maestro que propone una escuela abierta, gestionado también por Vera, se construyó en un lote contiguo al campus, pero por fuera de este. La presencia de una quebrada en el terreno genera un quiebre sobre uno de los costados del volumen, para responderle a la geometría del cauce y despejar una zona libre que hace las veces de parque para los niños. 

Sobre los otros frentes, la edificación conserva sus paramentos rectos, paralelos a las vías. Así, la forma del proyecto aparece como una respuesta a las condiciones urbanas específicas del lugar que ocupa, estrategia recurrente en la colección de obras de este arquitecto.

Con dos accesos, desde la vía y desde el parque, su primer piso alberga salones y una plazoleta central de juegos que se ilumina gracias a dos aberturas en las placas de los niveles superiores, para crear una triple altura y rematar en un tragaluz que perfora la cubierta del edificio.

Aquí, la fachada plegada se concibe como un balcón continuo que se asoma sobre la quebrada y permite que el viento refresque el espacio interior. Esta arquitectura se orienta hacia los vacíos en el centro, pero la mirada se dirige hacia los bordes, hacia afuera. 

El segundo nivel contiene las dependencias administrativas y una biblioteca, agrupadas en el perímetro para liberar el centro. Al llegar a la tercera planta, el edificio se recoge en una barra sobre uno de los lados y permite que la cubierta funcione como una extensión del parque, esta vez en altura.

Abajo, la pendiente del lote genera un semisótano, donde el comedor y el auditorio tienen acceso directo sobre el espacio público que está al borde de la quebrada. Un segundo sótano inferior se destinó al estacionamiento.

Los arquitectos revistieron las fachadas con una secuencia de láminas perforadas que dibujan un patrón colorido y que cambian su ángulo y su orientación en función de los niveles de exposición al sol en cada zona, con el fin de desdibujar la masa de la construcción, cuyo extenso programa requería un edificio de magnitudes importantes. Así, esta segunda piel protege el interior del calor excesivo. 

Esta obra se concibe como un claustro debido a la necesidad de cuidar a sus pequeños habitantes, pero simultáneamente invierte este esquema tradicional al plegarse para integrarse con el agua, abrir sus fachadas para mirar hacia el exterior y sembrar un jardín en su cubierta para disfrutar del sol. Se trata de un claustro que se dobla sobre sí mismo para romper sus propias reglas y promover una forma de educación mezclada con el entorno, no separada de él.

Cinco puntos para destacar

  1. El proyecto es parte de un plan maestro que busca abrir los límites del Colegio San José de Las Vegas, en Medellín.
  2. La forma del edificio surge como respuesta a una quebrada que atraviesa el lote.
  3. La cubierta es un jardín habitable que recupera la vegetación original del lugar.
  4. Los acabados austeros producen una arquitectura donde la estructura de concreto a la vista es protagonista.
  5. Las fachadas se diseñaron como un juego de quiebrasoles de colores.

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